“...en los Estados Unidos, donde la difusión de la lectura ha asimilado la manera de vivir del rico y del pobre. Las casas de unos y otros en proporciones distintas tienen sin embargo las mismas formas, iguales materiales, entran en su construcción y, el menaje y los utensilios son de la misma clase, aunque de calidades diversas”.
En este tramo del riquísimo texto “Educación Popular”1, escrito en 1849, Domingo Sarmiento subrayaba que uno de los beneficios de la instalación de un sistema nacional de educación gratuita sería la creación de un público consumidor encargado de dinamizar la economía y conducir el ingreso de la futura Argentina al capitalismo de manera integrada2.
Una de las “misiones” de la función alfabetizadora sería, entonces, la formación de un público-mercado letrado que pueda conocer, por intermedio de la publicidad escrita (en carteles, diarios, libelos, etcétera), la existencia de mercancías necesarias para mejorar sus condiciones materiales de existencia. Es decir, la activación del circuito comercial.
Quiso la casualidad que más de 50 años después del texto del temperamental sanjuanino, en Francia, en uno de los países predilectos del autor de “Facundo”, los editores de los periódicos L’Auto y Vèlo buscaron la forma de incrementar sus ventas aprovechando el interés de los lectores por las carreras ciclísticas de finales del siglo XIX como a París-Brest-París, de 1.260 kilómetros.
En 1900, ambos periódicos se fusionaron bajo la edición del ex ciclista Henri Desgrange, quien en 1902, junto a Geo Lefevre, comenzó a idear la posibilidad de realizar una carrera que recorriera el territorio francés.
Un año después, en enero de 1903, en las páginas de
L’Auto-Vèlo (que se editaba en papel amarillo, color con el que se identifica al líder de la prueba desde 1919) se abrían las inscripciones para la llamada Grande Boucle (Gran Rulo), que se correría en mayo de ese año y que tendría 2.428 kilómetros de extensión divididos en seis etapas. Pese a los 20.000 francos de premio, sólo 15 pedalistas se anotaron para la prueba, obligando a posponer el inicio de la competencia para el mes de julio. Tras el lógico reforzamiento de la campaña de marketing, el número de competidores llegó a 60.
Fue entonces que el 1 de julio de 1903, en el Café-Hotel Reveille Matin de la localidad de Montgeron, a las afueras de París, debido a la prohibición de las autoridades de celebrar una carrera en las calles de la capital, se largó la que es hoy considerada una de las tres pruebas más importantes del mundo.
El ganador de la competencia, que fue completada por 21 ciclistas, fue el deshollinador Maurice Garin, un italiano nacionalizado francés quien luego sería fundador del equipo que llevó su apellido.
Quien también festejó fue Desgrange: gracias al interés de la gente por seguir las alternativas de la competencia, L’Auto-Vèlo, predecesor de L’Equipe, el diario deportivo más importante de Francia, aumentó su tirada en 40.000 ejemplares.
Un negocio redondo que hoy, 100 ediciones después (la carrera fue suspendida en diez oportunidades por las Guerras Mundiales), en tiempos de EPO y dopaje, goza de buena salud y todos conocen como Tour de Francia.
1 En: Halperín Donghi, Tulio. Proyecto de construcción de una Nación (Argentina 1846 – 1880) Ariel, Buenos Aires, 2000.
2 El texto forma parte de una candente polémica mantenida entre Sarmiento y Juan Bautista Alberdi respecto del modelo de país que se pretendía imponer. La respuesta del tucumano llegó en 1952 con “La educación no es la instrucción”. Op, cit.
Publicado en Hoy Día Córdoba el 3 de julio de 2013