martes, 24 de junio de 2008

El estado del tablón

“No hay problemas, porque el pacto incluye la custodia policial para los infiltrados”. Con esta afirmación de un allegado a Ateliers SA, citada por el matutino la Voz del Interior en referencia a la presencia de hinchas de Talleres en el partido con Racing en Nueva Italia, se blanqueó (por si algún desprevenido no lo había notado) el hecho de que ante la ceguera e incapacidad de los organismos de control son los propios hinchas los que se encargan de organizar la convivencia en las tribunas.
Ya sea por amistad o conveniencia, lo cierto es que la presencia de integrantes de la barra de Talleres en Nueva Italia, algo que contó con la venia de la Policía, será correspondida el sábado con la admisión de simpatizantes Académicos en barrio Jardín, más allá de la prohibición de la AFA.
Esta situación configura un dato no menor, ya que con estas acciones los grupos dominadores de la barra consolidan su poder en las tribunas, pasando a ser una especie de “Estado del tablón”, que responde a lógicas propias, muchas veces contrarias a las necesidades del club.
El cónclave llevado a cabo la semana pasada en Buenos Aires entre barras de casi 30 clubes de todas las categorías del fútbol argentino, que fue revelado por el diario Olé en su edición del jueves, es una muestra sorprendente de la existencia de ese Estado. Allí decidieron acordar un plan antiviolencia que tendría como objetivos la vuelta del público visitante al ascenso, la ampliación del cupo del 50 por ciento en Primera División y que se les permita reconvertirse en preventores en la tribuna. “A cambio, proponen blanquear a todos los integrantes de las barras para que estén debidamente identificados y se acogen al lema de tolerancia cero para quien cometa un delito (dicen que van a entregarlo ellos)”, indica el texto de Olé.
O sea que, conscientes de que la violencia hace peligrar la gallina de los huevos de oro, los dirigentes decidieron tomar cartas en el asunto y empezar ellos mismos a resolver el problema.
Claro que detrás de una medida que aparece como contraria a la violencia se esconde un objetivo mayor: la profesionalización del hincha, que ya no sólo se dedicará a alentar sino también a controlar la seguridad dentro de las tribunas, reemplazando al propio Estado.
Si prospera la medida, el negocio habrá dado un gran paso.

Publicado en Hoy Día Córdoba el 23-6-08

10 comentarios:

Romina Gauna dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

lo leí en el diario, pero te digo acá que que se yo.
da esa impresion de que aca, si no hacemos nosotros, no hace nadie, no?

Nicolás Fassi dijo...

Nardo: Welcome back! Es un tema más que complicado, pero no me parece que sea lo "correcto" que estos tipos (que yo no elegí, que no conozco, que son violentos y demás) formen una corporación y controlen un espacio que no les pertenece (¿o sí?).

Diego Mira dijo...

A falta de un ministerio de deportes en Argentina, es rídiculo ver desde afuera cómo se maneja cada sector, cada ámbito, en el deporte. Ahora (y antes también) es la violencia en el fútbol. Pero es triste la falta de organización de otros deportes y sobre todo en el interior.
Mientras no haya un ministerio o un sistema parlamentario SERIO que trate CON SERIEDAD estos temas y otros tantos que le hace falta al deporte en Argentina cualquiera que ande "frecuentando por el lugar querrá tomar cartas en el asunto"
Yo, Diego

Diego Mira dijo...

Y digo un ministerio porque, por ejemplo, Brasil tiene su ministro de deportes y no tiene este problema, ni otros tantos que sí lo tiene Argentina. Cito otro ejemplo: Cuba, tiene su ministerio de deportes y no tiene este problema, ni otros muchos problemas que Argentina sí lo tiene. y así puedo seguir...
Yo, Diego

Diego Mira dijo...

Y centrado el tema en esta especie de pacto de "Estado de tablón", se puede decir que es una medida ridícula para salir del paso de la otra medida rídicula impuesta por la AFA (prohíbir el ingreso a los visitantes es no tener capacidad para manejar tal asunto)
¡y ya me cayo!
yo, Diego

Diego Mira dijo...

perdon... callo
(ves lo que pasa por hablar tanto)

Anónimo dijo...

ah! claro, daba eso por entendido, estoy absolutamente de acuerdo

Anónimo dijo...

HOLA NICO, MUY BUENO EL BLOG... MUY COMPLETO. LES CUENTO QUE LOS EXTRAÑO POR LATINA, PERO ENTIENDO QUE ES POR UN FUTURO PROFESIONAL MAS AMPLIO, AUNQUE NO DEBE SER NADA FACIL ESTAR EN RADIO NAICONAL, DONDE SI UNO CRITICA AL GOBIERNO SE VA...LAMENTABLEMENTE NO LOS PUEDO ESCUCHAR A ESA HORA PORQUE TRABAJO, PERO ESPERO ENCONTRARLOS EN ALGUN MOMENTO...
ADELANTE Y MUCHA MIERDA

Anónimo dijo...

La conversación

Martín Caparrós

El jueves primero de julio de 1858, hace casi siglo y medio, un científico módicamente prestigioso –o sea: conocido por sus veinte colegas de una ciencia en pañales– presentó en la Linnean Society de Londres un trabajo sobre cómo evolucionaban los seres vivos o, mejor: sobre su hipótesis de que esos seres no habían sido creados por Dios tal como son sino que habían ido cambiando, buscando sus maneras.

Charles Darwin pensaba, por supuesto, asistir a su propia conferencia, pero uno de sus hijos se murió de escarlatina, y su artículo inaugural fue leído en su ausencia. El evento no tuvo gran repercusión. Al día siguiente, los diarios londinenses hablaban de la cabalgata de la reina Victoria, la presentación de una imagen del presidente de Estados Unidos en el museo de cera de madame Tussaud y la llegada de un barco que había tardado sólo once días en cruzar el mar desde Nueva York, pero no decía una palabra sobre el artículo de Darwin. Ni los diarios del viernes, el sábado, el domingo. A fin de año, en la revista anual de la Linnean Society, su presidente escribió que “este año no se ha visto marcado por ninguno de esos descubrimientos que revolucionan su rama de la ciencia…”: un visionario.

Tiempo después, millones empezaron a entender que la teoría darwiniana de la evolución cambiaría para siempre la forma en que nos pensamos como hombres. Pero su presentación nunca salió en los diarios.

–¿Y usted qué se esperaba, mi estimado?

–No sé, cómo decirle. ¿Que le acertemos alguna vez, de vez en cuando?

Suelo sospechar que las cosas que importan no salen en los diarios o, peor: que las cosas que importan son las que no salen en los diarios.

La procesión de ejemplos sería interminable y jubilosa. Recuerdo otro primero de julio, 1948, también jueves, otra historia de ciencias: cuando el editor de la sección Radio del New York Times le encargó a uno de sus periodistas 82 palabras –exactamente la cantidad que lleva este párrafo desde que empezó con las palabras “suelo sospechar”– para contar –ya van 87– que el día anterior Ralph Brown, director de los laboratorios Bell, había presentado un invento cuyo nombre también era un invento. “Lo llamamos transistor –una abreviatura de transference resistor– porque es un dispositivo semiconductor que puede amplificar las señales eléctricas que transfiere”, dijo. Fueron, insisto, 82 palabras. Este párrafo ya usó 140.

Los ejemplos podrían multiplicarse al infinito. Tampoco parece que nadie haya registrado el primer concierto de los Beatles ni cómo y cuándo dejó de ser escandaloso en Buenos Aires que un hombre y una mujer vivieran juntos sin casarse ni cómo fue que a una persona se le ocurrió llamar a otra persona “fiera” ni por qué nos estamos volviendo cada vez más pavos ni ni ni.

El punto es que seguimos mirando hacia donde no vale la pena o, mejor: seguimos sin mirar adonde sí. Todo, en principio, por el gran mito de la actualidad: a veces creo que no hay nada peor para la información que el mito de la actualidad. La actualidad parece un dato “objetivo”, una parte decisiva de la realidad. Pero está claro que es una construcción de los medios para que el público consuma: el público la compra, la cree, y termina por pedirla. Entonces los medios pasan a tener la excusa mercantil perfecta: es lo que nuestro público quiere, por eso se lo damos.

La actualidad está hecha, sobre todo, de lo que hacen los ricos o famosos o futbolistas o tetonas o políticos –o las diversas combinaciones de estos elementos. Y de lo que nos pasa a los demás cuando nos pasan cosas tremebundas: asaltos, tsunamis, accidentes, hambrunas, sextillizos. La mayoría de las personas sólo aparece en los medios cuando les pasa algo espantoso. Ésa es la diferencia decisiva: los ricos y tetones hacen; a los demás, nos pasan cosas.

La actualidad, como toda construcción, depende de sus constructores: los que van y la deciden cada día. La actualidad sigue –suele seguir, excepto en Crítica de la Argentina, por supuesto– determinadas reglas: que sea fácil de consumir, que muestre blancos y negros bien marcados, que no requiera grandes reflexiones, que impacte, que emocione barato, que no cuestione cierto orden, que se venda.

La actualidad no sabe –o no quiere– contar nuestras vidas. Y nos ha convencido de que lo que importa, lo que sí define nuestras vidas, es ella. La operación está completa: nos hablan de algo lejano, que en general no podemos modificar, y nos convencen de que eso es lo que realmente nos importa.

Ni siquiera es mala fe –quiero decir: ni siquiera siempre es mala fe-, a veces es sólo esa incapacidad
de ver que nos viene de la costumbre de mirar “la actualidad”. Pero sería increíble aprender a contar lo demás, lo que se nos escapa, esos fenómenos que, dentro de cien años, alguien va a recordar.

(–¿Qué nombre me decís, Critina? ¿Critina qué, Critina cómo?

–No, querido, era Cristina, una mujer que fue eso que eran entonces, “prescidente” creo que se decía, o proboscidio, no me acuerdo, de una de las partes del continente, más al Sur.

–¿Una mujer? ¿Era de cuando todavía existían hombres y mujeres?

Pensó Yak y cerró los ojos para cortar la comunicación mental con su prim@ Sili en la base saturna. Nuncaentendía por qué ell@ le hablaba de esas cosas.)

Es cierto: no es fácil descubrirlos. Y es más probable que se nos escapen a nosotros, periodistas, tan vasallos del diario trajinar, tan esclavos del tiempo tirano y el espacio autócrata opresor. Por eso quería pedirles a ustedes, lectores, eminencias, que se dejen de putear barato en internet y lo usen (www.criticadigital.com) para un casi juego: ¿qué cuestiones, qué historias, qué temas más allá de la llamada actualidad les parece que habría que contar en estos días? ¿Qué nos estamos perdiendo y deberíamos saber? ¿De qué vale la pena hablar?