Con mi nula cultura lírica, la figura de
Luciano Pavarotti, que en el día de ayer devolvió su exquisita voz de donde se la prestaron, es la del cantante de ópera por antonomasia. Desde que tengo uso de razón, la figura de un gordo, barbudo y con una voz de puta madre es sinónimo de ópera. Con el tiempo conocí a Caruso, Carreras y Placido Domingo, pero la voz del gran Luciano es marca registrada. El resto, sólo palabras.
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