En los últimos 25 años, uno de los más redituables negocios comprar un jugador. Aprovechando la malaria existente en los clubes, un “grupo inversor” adquiere la totalidad o parte del pase a cambio de una suma a irrisoria y, si todo anda bien, luego de una temporada en la que el club sólo sirve de vidriera, lo transfiere una cifra varias veces mayor.
Hasta acá todo claro. Pero hay un detalle: los reglamentos de FIFA establecen que las personas físicas no pueden ser propietarias de los derechos económicos de los futbolistas y que las transferencias se deben hacer de club a club.
Hecha la ley, hecha la trampa. Entonces, estos cráneos idearon una forma para que esta norma no moleste: cumplir el sueño del club propio. Este club se convierte en una “pantalla” que inscribe a los jugadores para que los empresarios no figuren como dueños de los pases.
Así se dan situaciones risueñas como ocurrió con Rodrigo Archubi, quien llegó a River Plate procedente de Olimpiacos de Grecia, pero con un paso en las oficinas por Ksp Polonia Varsovia, de la segunda división. La operatoria es simple: el empresario Pinas Zahavi, dueño del club polaco, le compró a Lanús el 100 del pase de Archubi y se lo cedió a River. A cambio, Zahavi fue recompensado por River con un porcentaje del pase de Augusto Fernández (tiene el 50)
Otro caso gracioso es el de Locarno, de la segunda división de Suiza, que compró en 13 millones de dólares el 50 por ciento de Gonzalo Huguaín, Fernando Belluschi, Mateo Musacchio y Juan Antonio. ¿Adivinen quien es el dueño de Locarno? Zahavi, quien tiene muchos contactos con el inefable Roman Abramovic.
Para que vean que en Cordoba no estamos afuera de esta movida del primer mundo futbolero, acá en también tenemos casos como esos.
En su momento, el empresario constructor Jorge Petrone, el mecenas del fútbol local, se dedicó a invertir unos pesitos y compró varios jugadores en jugadores de los clubes de Córdoba. El “Locarno” de ocasión fue Racing, club que gerenciaba y que contó en sus filas (al menos eso dice en los papeles) con Julián Maidana y Mario Cuenca. En realidad, ellos ya jugaban en Talleres, que necesitado de plata le vendió a Petrone los pases de los jugadores.
Otro Locarno es Deportivo Atalaya, que en su momento perteneció a Carlos Granero, actual gerenciador de Talleres, que compraba los jugadores, los inscribía en el club de la segunda división de la liga cordobesa y luego los distribuía.
Con estos movimientos, los que más pierden son los clubes, que malvenden los jugadores, alimentando este círculo vicioso que los conduce a la quiebra o, lo que es peor, al gerenciamiento. (De los clubes gerenciados, Belgrano es el que está en mejor situación).
*Extraído de Nadie Sale Vivo de Aquí el viernes 18-1-08 por Radio Nacional (AM 750)
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