domingo, 20 de julio de 2008

¿Un año ya?

6 comentarios:

Diego Mira dijo...

¡Qué grande fue Fontanarrosa!
Si le pudiera mandar un mensaje desde acá abajo, le diria: "Siga dibujando, negro"

Anónimo dijo...

"Esta ciudad tiene bellas mujeres y buen fútbol, ¿qué más puede ambicionar un intelectual?"

Qué grande el Negro. Y qué envidia a su ciudad. Por lo del buen fútbol lo digo, porque en cuanto a las minas se la podemos pelear.

Anónimo dijo...

El peor acuerdo

Nunca hubiera pensado que alguna vez podía llegar a estar de acuerdo con el hijo de puta del ex general Luciano Benjamín Menéndez.

Por Martín Caparrós

Nunca hubiera pensado que alguna vez podía llegar a estar de acuerdo con el hijo de puta del ex general Luciano Benjamín Menéndez. Y sin embargo, ayer.

Ayer, en su alegato final, el ex Menéndez, ex jefe de una de las unidades militares más asesinas, el Tercer Cuerpo de Ejército, hombre de cuchillos tomar y de presos matar, peroró en su defensa. Dijo, en síntesis, que las fuerzas armadas argentinas pelearon y ganaron para “evitar el asalto de la subversión marxista”. Y yo también lo creo.

Con algunos matices. La subversión marxista –o más o menos marxista, de la que yo también formaba parte– quería, sin duda, asaltar el poder en la Argentina para cambiar radicalmente el orden social. No queríamos un país capitalista y democrático: queríamos una sociedad socialista, sin economía de mercado, sin desigualdades, sin explotadores ni explotados, y sin muchas precisiones acerca de la forma política que eso adoptaría –pero que, sin duda, no sería la “democracia burguesa” que condenábamos cada vez que podíamos.

Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que “los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia”. Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993, cuando ví a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder, que incluso lo cantábamos: “Con las urnas al gobierno/ con las armas al poder”, y que falsear la historia era lo peor que se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise escribir La Voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y setentas.

(A propósito: es la misma falsificación que se comete cuando se dice, como lo ha hecho Kirchner, que este gobierno pelea por realizar los sueños de aquellos militantes: esos sueños, está claro, eran muy otros. En esa falsificación, Kirchner y el asesino ex se acercan; ayer Menéndez decía que “los guerrilleros del 70 están hoy en el poder”, sin ver que, si acaso, los que están alrededor del gobierno son personas que estuvieron alrededor de esa guerrilla en los setentas y que cambiaron, como todo cambió, tanto en los treinta últimos años que ya no tienen nada que ver con todo aquello, salvo para usarlo como figura retórica).

Es curioso cómo se reescribió aquella historia. Hoy la mayoría de los argentinos tiende a olvidar que estaba en contra de la violencia revolucionaria, que prefería el capitalismo y que estuvo muy satisfecha cuando los militares salieron a poner orden. “Ostentamos el dudoso mérito en ser el primer país en el mundo que juzga a sus soldados victoriosos, que lucharon y vencieron por orden de y para sus compatriotas”, dijo el asesino –y tiene razón. Pero la sociedad argentina se armó un relato según el cual todos estaban en contra de los militares o, por lo menos, no tenían ni idea. Es cierto que no podían haber imaginado que esa violencia era tan bruta, tan violenta, pero había que ser muy esforzado o muy boludo para no darse cuenta de que, más allá de detalles espantosos, las fuerzas armadas estaban reprimiendo con todo.

El relato de la inocencia mayoritaria se ha impuesto, pese a sus contradicciones evidentes. Los mismos medios que ahora cuentan con horror torturas y asesinatos las callaron entonces; los mismos partidos políticos que se hacían los tontos ahora las condenan; los mismos ciudadanos que se alegraban privada y hasta públicamente del retorno del orden ahora se espantan. Y todos ellos conforman esta masa de ingratos a la que se dirige el muy hijo de exputa: “luchamos por y para ustedes” –les dice y, de hecho, los militares preservaron para ellos el capitalismo y la democracia burguesa. Pero la sociedad argentina se ha inventado un pasado limpito en el que unos pocos megaperversosasesinos como éste hicieron a espaldas de todos lo que ellos jamás habrían permitido, y les resulta mucho más cómodo. Como les resulta mucho más cómodo, ahora, indignarse con el ex que repensar qué hicieron entonces, a quién apoyaron, en qué los benefició la violencia de los represores, y lo fácil que les resultó, muchos años después, asombrarse, impresionarse e indignarse.

El ex Menéndez es, sin duda, un asesino, y ojalá que se pudra en la cárcel. Es obvio que no es lo mismo la violencia de un grupo de ciudadanos que la violencia del Estado, pero es tonto negar que nosotros proponíamos la guerra popular y prolongada como forma de llegar al poder. Y también es obvio que la violencia de los militares no les sirvió sólo para vencer a la guerrilla: lo habrían podido conseguir con mucho menos.

Durante mucho tiempo me equivoqué pensando que los militares habían exagerado: que la amenaza revolucionaria era menor, que no justificaba semejante despliegue. Tardé en entender que los militares y los ricos argentinos habían usado esa amenaza como excusa para corregir la estructura socio-económica del país: para convertir a la Argentina en una sociedad con menos fábricas y por lo tanto menos obreros reivindicativos, para disciplinar a los díscolos de cualquier orden, y para cumplir con las órdenes reservadas del secretario de Estado USA, su compañero Kissinger, que les dijo en abril de 1976 que debían volver a convertir a nuestro país en un exportador de materia prima agropecuaria.

Es lo que dijo el ex: “¡Y nosotros estamos siendo juzgados! ¿Para quién ganamos la batalla?”. Porque es cierto que la ganaron, y que su resultado principal no son estos juicios sino este país sojero.

Ése es el punto en que casi todos se hacen los boludos. La indignación siempre fue más fácil que el pensamiento. Supongo que es mejor que muchos, para sentirse probos, prefieran condenar a los militares antes que seguir apoyándolos como entonces. Pero no deja de inquietarme que todo sea tan fácil y que sólo un asesino hijo de puta suelte, de vez en cuando, ciertas verdades tremebundas.

Anónimo dijo...

Chistes

Martín Caparrós

Primero un señor levemente calvo de barbita candado dijo que era el vocero presidencial, que se llamaba Miguel Núñez y que quería plantear ciertas reglas del juego. El señor vocero estaba nervioso, y se veía que no tenía mucha experiencia en estas cosas; es lógico, lleva sólo cinco años en su cargo.

El señor vocero, antes de explicar cómo sería el asunto, saludó por micrófono a un “viejo amigo de José Luis Cabezas”, porque la comunicación del gobierno siempre incluye la mención de alguna víctima. A sus espaldas, detrás del ventanal, en pleno trópico, palmeras se agitaban al viento de una tarde tormentosa.

–Buenas tardes a todos y a todas. Dijo la señora presidente y se dispuso a escuchar las preguntas, pero lo primero que escuchó fue el reproche y lo contestó con un mal de muchos: que esta mañana había leído en un diario que no había conferencias de prensa desde 1999, que Kirchner no fue el único presidente que no dio conferencias de prensa, que De la Rúa y Duhalde tampoco dieron.

El sistema mal-de-muchos reapareció más de una vez: sobre el INDEC dijo que los índices de los países vecinos son todavía más bajos, sobre los transportes que sus tarifas son mucho más altas. Sobre las acusaciones de “doble comando” dijo que en “2003 se decía lo contrario: que Kirchner era un pelele, un pusilánime y yo lo iba a manejar. Ahora es al revés, la débil, pusilánime, manejable soy yo. Ninguna de las dos historias es cierta”.

–Los dos somos simplemente cuadros políticos que trabajamos desde hace mucho tiempo por comunes ideas ideas ideas acerca de la Argentina que queremos.

Después la presidente habló mucho y muy feliz de las inversiones extranjeras: deben ser una parte muy importante de sus ideas ideas ideas –que se cuida muy bien de llamar ideología. Y de que es difícil “dar buena calidad de servicios con tarifas tan pero tan bajas como se cobran en la República Argentina”: más ideas, supongo.

De vez en cuando, los micrófonos no andaban, pero la señora presidente no estaba nerviosa –o, por lo menos, no se le notaba. Es más, parecía contenta de estar donde estaba y hacer algo extraordinario que debería ser perfectamente ordinario y poder decir, por ejemplo, ante pregunta, que no se arrepiente de nada de lo que hizo desde que asumió, ni siquiera de la resolución 125 porque sirvió para instalar el debate sobre la distribución de la riqueza y eso es sólo comparable a lo que hizo su marido con la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final.

Como no había derecho a repregunta, nadie pudo decirle que si hubieran querido impulsar el debate habrían impulsado el debate y que en cambio todos tuvimos la impresión de que lo que querían era sancionar un impuesto –y que el debate era lo último que querían, y que llegó desde la contra.

Su posición, en general, era de a mí por qué me miran. Cuando le insistieron si había sacado alguna lección de su derrota en la crisis del campo, dijo que “bueno, la autocrítica que debería hacerme es cierto grado de ingenuidad ante la reacción de sectores muy poderosos”: mi problema es que soy demasiado sincera, suelen decir las famositas.

Cuando le preguntaron si iba a sacar a Moreno, dijo que le parecía un análisis reduccionista y que todo lo que hacía el secretario era por orden de ella. Cuando le preguntaron si iba a hacer más cambios en su gobierno dijo: “No”, seco, tajante. Y como se dio cuenta de que había sido brusca, quiso decir algo más, algo simpático, y mandó sonrisa para la periodista:

–Siga compitiendo.

Le dijo, cuando la frase clásica es “siga participando”: participar y competir son dos ideas muy distintas, aunque algunos a veces las confundan.

–¿Por qué los de Radio 10 están todo el tiempo “presidente, presidente”, si La Nación ya dijo que podían decirme “presidenta”?

Dijo, con otra sonrisa, y era raro: La Nación, el diario La Nación, le dice lo que se puede y no se puede. Cuando le hablaron de una encuesta que no la favorecía, dijo que las encuestas mienten mucho, cuando le preguntaron por Estados Unidos dijo que ellos ya no son racistas y tienen una “apertura de cabeza admirable, en cambio aquí se ha usado el color como una forma de condena”, y por eso ellos ocupan el lugar que ocupan en el mundo y nosotros no.

Todo seguía, verboso, y el problema de la presidenta –La Nación autoriza– eran sus chistes. Sus chistes eran tan elocuentes. Un periodista de su diario le preguntó amistosamente por los “cambios hacia adelante” y ella se rió y dijo que los cambios hacia atrás serían imposibles: lo gastó, con sonrisita. Para empezar, hay códigos: no se gasta a quien no puede contestar. Pero, además, si hay algo que ella y su marido han hecho siempre son esos cambios hacia atrás: inventan el pasado, para poder usarlo. Pero lo malo seguían siendo los chistes: una periodista extranjera le preguntó cuál era para ella el valor ideal del peso argentino frente al dólar.

–Si yo pudiera manejar la moneda argentina, le aseguro que no estaría acá en Olivos, estaría en algún otro lugar. Dijo, con más sonrisas y, sin posibilidad de repregunta, la periodista no pudo averiguar adónde se iría, en ese caso, nuestra señora presidenta.

Unknown dijo...

Fassi... qué es lo que te tiene tan ocupado que no me actualizás el blog??? jaja...
Besooooo!!

Anónimo dijo...

A veces, nos preguntamos...
¿realmente existe Dios?
o¿todo es un golpe de suerte?
...
tantas prguntas... y la verdad qe eso pasda cuando no tenemos Fè, o cuando eramos chicos y no tuvimos el amor y la contenciòn suficiente, y x lo tanto necesitamos aferrarnos a algo o alguien; por eso surgen sectas o simplemente decimos"hay que ver para creer".
Esto no es asi, x hay pruebas de que Jesùs si existiò.
Ademas Jesùs tiene tanta paciencia que nos espera, tanto amor que perdona todas nuestras dudas...esta ahi siempre solo que no nos damos cuenta...en nuestros momentos lindos y malos.

Je`sùs siempre esta, en las cosas cotidianas de la via, en lo simple y sencillo de nuestras vidas...y a veces aparece cuando ams lo necesitamos, x ejemplo: fuimos a cobrar nuestro sueldo...pero de repente..nos roban todo..TODO.! pero luego,ese mismo dia, nos recompensa con algo maravilloso y una ocasiòn unica.
todo parece una broma..o...2un golpe de suerte", pero no, no es asi. Es obra de Jesùs, que nos demuestra su amor, que valiò la pena realmente, morir x nosotros, y te muestra que tiene un plan escrito para nosotros el cual hay que aprender a aceptarlo.
Lamentablemente muy pocos se dan cuenta de su compañia...otros..."es un golpe de suerte"

PENSALO....

aprende a seguir el ejemplo de Humildad y amor de Jesùs, perdona todo olvida todo, no te fijes en nada, deja lo material y sobretodo aquello qe te lastima, ama a tu enemigo y mas a tu pròjimo...
cumple los 10 mandamientos:

1.Amar a Dios sobre todas las cosas.
2.No tomar el Nombre de Dios en vano .
3.Santificar las fiestas .
4.Honrar al padre y a la madre .
5.No matar .
6.No cometer actos impuros.
7.No robar.
8.No decir falso testimonio ni mentir .
9.No consentir pensamientos ni deseos impuros

10.No codiciar los bienes ajenos.




...alguien que te ama mucho, pero sobre todo con el CORAZON...