Ahora que Los Murciélagos lograron el bicampeonato mundial de futsal para no videntes, Lucas Rodríguez y compañía recibirán, al menos hasta fin de año, la atención que el logro merece: reconocimiento oficial, prensa, premios y un sinfín de loas a la encomiable tarea que realizan los jugadores del Seleccionado Argentino.
Y no es para menos. Los dirigidos por Gonzalo Villariño hicieron lo que todo futbolista (amateur, profesional, ocasional, malo, bueno, regular, etcétera) aspira: ganar el título del mundo venciendo a Brasil. Además, se tomaron revancha de lo ocurrido en los Juegos Paralímpicos Atenas 2004, cuando los verdeamarelhos se llevaron la medalla de oro.
Ahora bien, cuando todos los flashes y las premiaciones hayan terminado, los jugadores volverán a vivir “la diaria”, donde es mucho más difícil cruzar la calle o tomar un colectivo que gambetear a defensores contrarios. Ni qué hablar de la discriminación que sufren de parte de las personas “normales”.
Pálidas aparte, que son muchas, el valor agregado de lo realizado por Los Murciélagos reside en el ejemplo que significa su lucha. Tal como comentó a Hoy Día Córdoba la Ardilla Rodríguez: la práctica del deporte “contiene afectiva y emocionalmente” a quienes sufren esta discapacidad. Por eso, lo más noble sería aprovechar este boom generado para que todos integremos realmente (y no por lástima) a las personas discapacitadas.
Entonces, sólo entonces, el triunfo deportivo se disfrutará en serio, porque detrás de Los Murciélagos hay muchos más que merecen vivir como corresponde.
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