En tiempos de la República y del Imperio Romano, los emperadores y senadores acostumbraban a patrocinar los famosos juegos que incluían carreras de cuadrigas, combates de gladiadores, espectáculos teatrales y fastuosos banquetes gratuitos. Estos fastos, de origen religioso, comenzaron a ser utilizados políticamente por los poderosos a los fines de controlar al pueblo llano a través de regalos y prebendas.
¿Qué tiene que ver esto con el fútbol? Mucho, porque en tiempos en que Argentina y Uruguay transitan un incidente diplomático de proporciones escandalosa, en que los indios Tobas de Formosa se mueren de hambre, en que la escalada inflacionaria no cesa, el fútbol es el Circo Romano de la actualidad.
Como bien dijo la semana pasada Víctor Hugo Morales, transitamos una etapa en la que la sociedad no tiene muchos elementos de pertenencia. Entonces, ante la ausencia de éstos, el fútbol ocupa el lugar que antes era el de la política, por ejemplo.
En virtud de esto, el fútbol se convirtió en la manera en la que muchos canalizan sus frustraciones y alegrías, distrayendo la atención de cuestiones centrales mucho más importantes. En este sentido, no hace falta mencionar cuál fue el papel del Mundial de 1978.
Entonces, con el fútbol elevado al grado de adicción, es de esperar que la pelota gire a cualquier costo. No paró hace casi 30 años, con “chupados” en la ESMA, ubicada a pocas cuadras del Monumental, es muy difícil que pare con la muerte Damián Bautista Muñoz, el hincha de Independiente Rivadavia que fue asesinado en pleno partido entre la Lepra y Belgrano.
“Cueste lo que cueste, caiga quien caiga”. Lamentablemente, así será por mucho tiempo.
*Publicado en Hoy Día Córdoba el 13-11-07
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