En tiempos en los que la televisión todo mira, el fútbol argentino asistió el sábado a un nuevo (y grotesco) episodio en el que quedó demostrado el poder de la caja boba.
Hablamos del tumulto que se generó cuando el árbitro Rafael Furchi decidió cobrar un polémico penal para River Plate, que a la postre se convirtió en el empate ante Nueva Chicago. No viene al caso hacer consideraciones sobre si la sanción del juez fue acertada o no. Bien lo dijo Héctor Baldassi ayer en declaraciones a FM Power 102: “el error forma parte del juego”.
Independientemente de que la falta fue fuera del área, algo que se pudo confirmar luego de ver la jugada un par de veces en cámara lenta, el caso es que ni bien sucedió, todos los integrantes del banco de suplentes de Nueva Chicago tuvieron el acto reflejo de preguntarle al cronista de televisión: ¡¿Fue penal?!.
Ante la respuesta negativa, se le fueron al “humo” a Furchi, quien en principio había cobrado tiro libre, aunque luego dio marcha atrás apoyándose en el árbitro asistente, quien le confirmó que la falta había sido dentro del área. Entonces, el cuerpo técnico de Nueva Chicago, encabezado por Carlos Ramacciotti, ingresó grotescamente a la cancha, suspendiendo el partido por 20 minutos.
Ahora bien. ¿Qué hubiera ocurrido si Ramacciotti no “consultaba” con la TV? Seguramente, el hecho no pasaba de las protestas y “obvios” insultos a Furchi.
Pero como el arbitraje cada vez más en el ojo de la tormenta, los actores del fútbol prefieren apoyarse en Gran Hermano y su mirada implacable antes que analizar que el referí, que es un ser humano y no una máquina, debe resolver jugadas difíciles con un golpe de vista.
“En caliente esas cosas no se piensan” o “a Chicago ese penal no se lo cobraban”, se dirá. Puede ser. Pero eso tampoco es justificativo para las barbaridades que ocurrieron después.
Otra cosa más lamentable aún: las amenazas de Ramacciotti a Paulo Ferrari antes del penal. “Ferrari, no hagas cagadas que no salen vivos de acá”. Obvio, con una cámara al lado, para que todos lo vean.
Hablamos del tumulto que se generó cuando el árbitro Rafael Furchi decidió cobrar un polémico penal para River Plate, que a la postre se convirtió en el empate ante Nueva Chicago. No viene al caso hacer consideraciones sobre si la sanción del juez fue acertada o no. Bien lo dijo Héctor Baldassi ayer en declaraciones a FM Power 102: “el error forma parte del juego”.
Independientemente de que la falta fue fuera del área, algo que se pudo confirmar luego de ver la jugada un par de veces en cámara lenta, el caso es que ni bien sucedió, todos los integrantes del banco de suplentes de Nueva Chicago tuvieron el acto reflejo de preguntarle al cronista de televisión: ¡¿Fue penal?!.
Ante la respuesta negativa, se le fueron al “humo” a Furchi, quien en principio había cobrado tiro libre, aunque luego dio marcha atrás apoyándose en el árbitro asistente, quien le confirmó que la falta había sido dentro del área. Entonces, el cuerpo técnico de Nueva Chicago, encabezado por Carlos Ramacciotti, ingresó grotescamente a la cancha, suspendiendo el partido por 20 minutos.
Ahora bien. ¿Qué hubiera ocurrido si Ramacciotti no “consultaba” con la TV? Seguramente, el hecho no pasaba de las protestas y “obvios” insultos a Furchi.
Pero como el arbitraje cada vez más en el ojo de la tormenta, los actores del fútbol prefieren apoyarse en Gran Hermano y su mirada implacable antes que analizar que el referí, que es un ser humano y no una máquina, debe resolver jugadas difíciles con un golpe de vista.
“En caliente esas cosas no se piensan” o “a Chicago ese penal no se lo cobraban”, se dirá. Puede ser. Pero eso tampoco es justificativo para las barbaridades que ocurrieron después.
Otra cosa más lamentable aún: las amenazas de Ramacciotti a Paulo Ferrari antes del penal. “Ferrari, no hagas cagadas que no salen vivos de acá”. Obvio, con una cámara al lado, para que todos lo vean.
Publicado en Hoy Día Córdoba el 11-06-07
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